El PIB es uno de los índices macroeconómicos
más importantes en la historia de la economía mundial, pero sin duda, también
es uno de los que más se presta para malas interpretaciones e incluso, para
manipulaciones.
Claro, porque el PIB suele usarse por los
políticos como sinónimo de bien estar social. Así se muestra, a través de este
índice, cómo el país avanza hacia el desarrollo y diversas demagogias que
camuflan el real estado de las cosas.
Lo cierto es que el PIB no mide el bien estar
social. Uno de los primeros en advertirlo fue el Premio Nobel en economía Simón
Kuznets que en 1962 frente al Congreso de su país (Estados Unidos) espetó lo
siguiente:
“Hay que tener en cuenta las diferencias entre
cantidad y calidad del crecimiento, entre sus costes y sus beneficios y entre
el corto y el largo. [...] Los objetivos de "más" crecimiento
deberían especificar de qué y para qué”
En Chile, hoy, hacen sentido estas palabras.
El PIB per cápita de nuestro país (riqueza del país dividida en la cantidad de
habitantes del país) es de US$
16.172. Cerca de ocho millones de pesos. Eso, al año y por persona.
Analizándolo desde el punto de vista del PIB es una cifra tremenda. Tanto que
el FMI considera que para el 2016 el PIB per cápita llegará a los US$ 20.000.
Si vemos estas
cifras en las noticias o en los periódicos suenan bien, alentadoras, pero la
realidad es otra: según una encuesta hecha por el INE el año 2011 el promedio
del sueldo del chileno es $360.000 al mes, alcanzando los $4.320.000 al año,
casi un 50% menos que la medición del PIB. Esto, sumado a que la encuesta del
INE mide el sueldo de cada trabajador chileno, en cambio, el PIB per cápita
asigna los US$ 16.172 por cada habitante, siendo este un lactante recién nacido
o un adulto, aumentando así el dinero en cada hogar.
Esto pone sobre el
tapete el problema real: la desigualdad. El 94,5% de los chilenos vive en un
hogar donde los ingresos mensuales son inferiores a $2 millones. El 55% de los
hogares genera ingresos por menos de $510.000. El 1% más rico del país genera $7.843.061
al mes, es decir, el PIB per cápita anual pero en 30 días.
Los datos a estas
alturas sobran. La discusión debe centrarse en lo mediático: si tenemos
gobiernos que se esmeran en camuflar la realidad a través de cifras como el PIB
per cápita u otras, el problema de la desigualdad demora en ser atendido. Es
necesario que la clase política (y sobre todo el gobierno de turno) lo asuma
sinceramente y deje de mostrar al país un Chile ficticio que descansa en los
laureles de una cifra que camufla y distrae, un volador de luces: el PIB.